Holmes. Este apellido nos evoca
el célebre personaje surgido de la pluma de Arthur Conan Doyle. En cuanto vi
los carteles de la película que nos ocupa, pese a lo distinto que luce Ian
McKellen (con chistera y bastón) respecto de otros actores que han encarnado al
singular investigador de Baker Street (estoy pensando ahora en Cushing o
Rathbone) me dije, he aquí de nuevo a mi amigo. Y, en efecto, MR. HOLMES es la
última aparición (por el momento) del protagonista de EL SIGNO DE LOS CUATRO,
aunque no protagonizando una de las populares narraciones del autor de EL PERRO
DE LOS BASKERVILLE (desde mi punto de vista, el mejor Holmes de Doyle) dado
que, en esta ocasión, el director Bill Condon adapta una novela de Mitch
Cullin, a quien, obviamente, conozco bastante menos que al autor de ESTUDIO EN
ESCARLATA.
Holmes, con el permiso del Auguste
Dupin creado por Edgar Allan Poe, es uno de los personajes seminales del relato
detectivesco literario (padre inspirador de los Poirot e incluso los Marlowe).
Conan Doyle, quien al parecer se debía de aburrir bastante ejerciendo de
médico, logró con sus relatos “holmesianos” incluso manifestaciones a la puerta
de su casa y escritos amenazantes por parte de entusiastas tras decidir matar
al ilustre detective (a quien tuvo a bien resucitar en la ya citada EL PERRO DE
LOS BASKERVILLE). Y es que Conan Doyle quería librarse de la sombra de su
propia creación, pues quería que su calidad de escritor fuera reconocida por
otras novelas como, por ejemplo, LA COMPAÑÍA BLANCA.
Yo me confieso asiduo lector de
Doyle. De hecho, me he leído sus relatos de Holmes, como no, si bien prefiero
sus relatos de fantasía y terror (tan buenos o más que los de Lovecraft),
algunos de los cuales han sido editados en español por Valdemar. También me
gustan mucho (incluso, de nuevo, más que las de Holmes) las narraciones
concernientes a su otra gran creación (el profesor Challenger), sintiendo una
debilidad especial por la que, para mí, es la mejor novela del autor: EN EL
PAÍS DE LAS BRUMAS (y, en esto, difiero totalmente con especialistas en Conan
Doyle que la consideran su peor creación). Para mí es un texto absolutamente
genial y que creo no han comprendido ni lo más mínimo los “entendidos” que la
aborrecen.
Así las cosas, la película de Bill
Condon también supone una renuncia, en este caso del propio Holmes, respecto de
su personaje de ficción (como todo el mundo sabe, Joseph Bell, uno de los
profesores de Conan Doyle en la Universidad de Edimburgo, fue quien inspiró su
ficticio Holmes). Nos encontramos con un Holmes alejado de la perspectiva del
doctor Watson (el personaje narrador de los relatos de Conan Doyle),
reivindicando una autenticidad que se aparta de las pipas, las gorras de
cazador e incluso las aventuras ligadas a sabuesos de fantasmal apariencia. El
Holmes magistralmente interpretado por Ian McKellen tuerce el gesto al verse
interpretado sobre la pantallas, tal que el cervantino Quijote lo hiciera ante
el apócrifo de Avellaneda. Estamos, una vez más, ante un insólito caso de
ficción reivindicando su autenticidad, pugnando por escapar de esa fantasía a
la que inexorablemente pertenece. Un Holmes que se nos muestra no ya anciano
(él mismo dice tener noventa y tres años) sino amargo, torciendo el gesto al
echar la vista atrás, desde la última vuelta del camino, y contemplar su
solitaria vida, regida por la luz de un intelecto que aísla del amor.
El MR. HOLMES de Bill Condon es una película atípica, reflexiva, triste, de lánguido ritmo, de decadente belleza, desconcertante dentro del universo al que pertenece; un canto a la vida desde el crepúsculo de un mito insatisfecho.
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