domingo, 23 de agosto de 2015

MR. HOLMES

                                                              

Holmes. Este apellido nos evoca el célebre personaje surgido de la pluma de Arthur Conan Doyle. En cuanto vi los carteles de la película que nos ocupa, pese a lo distinto que luce Ian McKellen (con chistera y bastón) respecto de otros actores que han encarnado al singular investigador de Baker Street (estoy pensando ahora en Cushing o Rathbone) me dije, he aquí de nuevo a mi amigo. Y, en efecto, MR. HOLMES es la última aparición (por el momento) del protagonista de EL SIGNO DE LOS CUATRO, aunque no protagonizando una de las populares narraciones del autor de EL PERRO DE LOS BASKERVILLE (desde mi punto de vista, el mejor Holmes de Doyle) dado que, en esta ocasión, el director Bill Condon adapta una novela de Mitch Cullin, a quien, obviamente, conozco bastante menos que al autor de ESTUDIO EN ESCARLATA.


Holmes, con el permiso del Auguste Dupin creado por Edgar Allan Poe, es uno de los personajes seminales del relato detectivesco literario (padre inspirador de los Poirot e incluso los Marlowe). Conan Doyle, quien al parecer se debía de aburrir bastante ejerciendo de médico, logró con sus relatos “holmesianos” incluso manifestaciones a la puerta de su casa y escritos amenazantes por parte de entusiastas tras decidir matar al ilustre detective (a quien tuvo a bien resucitar en la ya citada EL PERRO DE LOS BASKERVILLE). Y es que Conan Doyle quería librarse de la sombra de su propia creación, pues quería que su calidad de escritor fuera reconocida por otras novelas como, por ejemplo, LA COMPAÑÍA BLANCA.

Yo me confieso asiduo lector de Doyle. De hecho, me he leído sus relatos de Holmes, como no, si bien prefiero sus relatos de fantasía y terror (tan buenos o más que los de Lovecraft), algunos de los cuales han sido editados en español por Valdemar. También me gustan mucho (incluso, de nuevo, más que las de Holmes) las narraciones concernientes a su otra gran creación (el profesor Challenger), sintiendo una debilidad especial por la que, para mí, es la mejor novela del autor: EN EL PAÍS DE LAS BRUMAS (y, en esto, difiero totalmente con especialistas en Conan Doyle que la consideran su peor creación). Para mí es un texto absolutamente genial y que creo no han comprendido ni lo más mínimo los “entendidos” que la aborrecen.


Así las cosas, la película de Bill Condon también supone una renuncia, en este caso del propio Holmes, respecto de su personaje de ficción (como todo el mundo sabe, Joseph Bell, uno de los profesores de Conan Doyle en la Universidad de Edimburgo, fue quien inspiró su ficticio Holmes). Nos encontramos con un Holmes alejado de la perspectiva del doctor Watson (el personaje narrador de los relatos de Conan Doyle), reivindicando una autenticidad que se aparta de las pipas, las gorras de cazador e incluso las aventuras ligadas a sabuesos de fantasmal apariencia. El Holmes magistralmente interpretado por Ian McKellen tuerce el gesto al verse interpretado sobre la pantallas, tal que el cervantino Quijote lo hiciera ante el apócrifo de Avellaneda. Estamos, una vez más, ante un insólito caso de ficción reivindicando su autenticidad, pugnando por escapar de esa fantasía a la que inexorablemente pertenece. Un Holmes que se nos muestra no ya anciano (él mismo dice tener noventa y tres años) sino amargo, torciendo el gesto al echar la vista atrás, desde la última vuelta del camino, y contemplar su solitaria vida, regida por la luz de un intelecto que aísla del amor.

El MR. HOLMES de Bill Condon es una película atípica, reflexiva, triste, de lánguido ritmo, de decadente belleza, desconcertante dentro del universo al que pertenece; un canto a la vida desde el crepúsculo de un mito insatisfecho.




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