El maestro del cine, Woody Allen, nos plantea una deliciosa fuga imposible a los terrenos de los añorados sueños de un guionista que, como muchos otros de los personajes de su universo cinematográfico, ha topado con la mujer que no debía; ya no "femme fatale" sino "barbie" estulta: insoportable futura esposa y niña de papá que se deja deslumbrar antes por la pedantería que otorga la buena clase social que por la sensibilidad de un novelista capaz de viajar en el tiempo y codearse con sus idolatrados artistas.
El París de 1920 al que nos invita el inagotable autor de Manhattan, Annie Hall o Match Point es una fantasía cultural, un carrusel en el que coinciden Scott Fitzgerald y Salvador Dalí, Man Ray y Hemingway, T.S. Elliot y Luis Buñuel. Tamaño panorama utiliza su director para reflexionar acerca del sino y el destino, el conformismo y el idealismo, logrando que Medianoche en París se antoje una actualización intelectual de La Cenicienta, con ecos tanto de El discreto encanto de la burguesía como de nuestro universal Quijote. Y todo esto en apenas una hora y media de metraje que destila frescura, belleza y buen humor a partes iguales y que, a mi gusto, contiene además alguno de los mejores "gags" de la filmografía de Allen.
Una joya.