SITGES 2015
(Una pequeña porción de tarta)
Sitges es una gran tarta, un festín para el amante del cine.
Cientos de películas desfilan por sus pantallas, por no hablar de los célebres
invitados o todo el material (libros, carteles, juguetes) que puede adquirirse.
Hace pocos días, el festival concluía otorgando su palmarés. Como curiosidad
decir que, durante los veinte años que llevo asistiendo al certamen, casi nunca
veo “in situ” la película ganadora. Durante esta edición estuve en el bonito
pueblo costero acompañado, por vez primera, de mi familia (hay que ir
aficionando a las nuevas generaciones). La pequeña Isabel se llevó unos bonitos
recuerdos (entre otros regalillos, una “matrioska” hecha a base de los
personajes de Hora de Aventuras), así como una visita al cercano Tibidabo (para
mí uno de los parques de atracciones más bonitos de Europa), en la cercana
ciudad condal.
Pero vamos a lo que vamos, vamos al cine. Quien esto escribe ya
no puede llevar a cabo crónicas pantagruélicas tras ingestas de decenas de
películas. Durante este año, debido a mis gratas obligaciones familiares, tan
solo he podido disfrutar de cinco títulos, si bien todos ellos me han parecido
lo suficientemente interesantes como para redactar unas líneas al respecto y
animar algo este blog.
Knock Knock (Eli Rot). Lo último del creador de Hostel se aparta de propuestas
radicales, que han conllevado a su no distribución, como The Green Inferno (creo que se acaba de estrenar, tras dos años, en
Estados Unidos). El director de Cabin
Fever nos propone una comedieta tan negra como picante en la que un
divertido Keanu Reeves (en una de sus mejores interpretaciones) las pasa
canutas cuando un par de señoritas deciden cuestionar su ejemplaridad como
padre de familia. A pesar de que la película tiene algunos momentos algo
incongruentes, el resultado definitivo se antoja tan simpático como
comedidamente provocativo. Puede interpretarse cual feroz crítica a ciertos
valores sacros de la sociedad occidental, pero no creo que Rot pretenda dotar a
su propuesta de una trascendencia más bien propia de otro tipo de realizadores.
Una desenfadada frivolidad acerca a Knock Knock a las historietas publicada en
la célebre revista Creepy, o quizás mejor a
aquellas antológicas revistas de alto voltaje (Hembras peligrosas,
Azafatas, Horror o Sukia la vampira).
El ataque de los titanes (Shinji Higuchi). El binomio
más esperado del festival, dos partes que constituyen una sola entrega, si bien
se antoja el inicio de una saga que dará que hablar. Adaptando el célebre
“manga” de Hayime Isayama, El ataque de los titanes es un espectáculo
audiovisual de dimensiones apocalípticas no apto para todo tipo de públicos.
Acción y sangre a raudales (sobre todo en la sorprendente primera parte) en una
vertiginosa sucesión de planos, algunos de los cuales (verdaderamente
impactantes) podrían haber pertenecido a las pinturas negras del célebre
creador de Fuendetodos.
The gift (Joel Edgerton). Meditado ejercicio de suspense,
elegante y comedido, dirigido por Joel Edgerton, quien de paso se lleva el
premio al mejor actor del certamen. Con ciertos parecidos con el Caché de
Michael Haneke y el Mienras duermes de Jaume Balagueró, el miedo se inmiscuye
poco a poco en el ámbito feliz de una pareja modélica, desestabilizando las
apariencias y mostrando la otra cara de la moneda en un constante “in
crescendo” que termina con uno de esos inquietantes momentos a los que un
festival como el de Sitges nos tiene acostumbrados.
Love (Gaspar Noé). Y he aquí la película que, como esperaba,
más me gustó. A Gaspar Noé lo he seguido desde su primer largometraje (dejando
al margen sus tan interesantes como radicales cortometrajes, que también he
visto), Solo contra todos, observando su transformación en uno de los más
controvertidos realizadores europeos de los últimos años en la magistral (y
durísima) Irreversible. Con la inédita Enter the void (un virtuoso ejercicio de
estilo) Noé nos mostró un rostro mucho más amable, y maravilloso, que ahora
consolida con esta historia de amores imposibles en la que, tal que en las
películas citadas, la ruptura del orden cronológico de los hechos va configurando
una de las atmósferas más conmovedoras de los últimos años. Autorreferencial y
no ausente de humor (un rasgo quizás inexistente en las anteriores películas de
Noé), Love sabe apartarse del drama convencional sentimental, optando incluso
por mostrar relaciones sexuales explícitas, configurando una estética propia,
reconocible, que equipara a Noé con esos grandes cineastas (Lynch, Almodóvar,
Kubrick, Hitchcock, Bergman, Kiezlowsky…) con universo propio. Desde mi punto
de vista, la película tiene uno de los planos secuencia (otro rasgo de estilo
de Noé) más bonitos de los últimos años, así como uno de los planos finales más
hermosos que he contemplado en mucho tiempo. ¿Se estrenará? Veremos.
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