lunes, 26 de octubre de 2015

SITGES 2015 (Una pequeña porción de tarta)



SITGES 2015
(Una pequeña porción de tarta)


Sitges es una gran tarta, un festín para el amante del cine. Cientos de películas desfilan por sus pantallas, por no hablar de los célebres invitados o todo el material (libros, carteles, juguetes) que puede adquirirse. Hace pocos días, el festival concluía otorgando su palmarés. Como curiosidad decir que, durante los veinte años que llevo asistiendo al certamen, casi nunca veo “in situ” la película ganadora. Durante esta edición estuve en el bonito pueblo costero acompañado, por vez primera, de mi familia (hay que ir aficionando a las nuevas generaciones). La pequeña Isabel se llevó unos bonitos recuerdos (entre otros regalillos, una “matrioska” hecha a base de los personajes de Hora de Aventuras), así como una visita al cercano Tibidabo (para mí uno de los parques de atracciones más bonitos de Europa), en la cercana ciudad condal.



Pero vamos a lo que vamos, vamos al cine. Quien esto escribe ya no puede llevar a cabo crónicas pantagruélicas tras ingestas de decenas de películas. Durante este año, debido a mis gratas obligaciones familiares, tan solo he podido disfrutar de cinco títulos, si bien todos ellos me han parecido lo suficientemente interesantes como para redactar unas líneas al respecto y animar algo este blog.

Knock Knock (Eli Rot). Lo último del creador de Hostel se aparta de propuestas radicales, que han conllevado a su no distribución, como The Green Inferno (creo que se acaba de estrenar, tras dos años, en Estados Unidos). El director de Cabin Fever nos propone una comedieta tan negra como picante en la que un divertido Keanu Reeves (en una de sus mejores interpretaciones) las pasa canutas cuando un par de señoritas deciden cuestionar su ejemplaridad como padre de familia. A pesar de que la película tiene algunos momentos algo incongruentes, el resultado definitivo se antoja tan simpático como comedidamente provocativo. Puede interpretarse cual feroz crítica a ciertos valores sacros de la sociedad occidental, pero no creo que Rot pretenda dotar a su propuesta de una trascendencia más bien propia de otro tipo de realizadores. Una desenfadada frivolidad acerca a Knock Knock a las historietas publicada en la célebre revista Creepy, o quizás mejor a  aquellas antológicas revistas de alto voltaje (Hembras peligrosas, Azafatas, Horror o Sukia la vampira).



El ataque de los titanes (Shinji Higuchi). El binomio más esperado del festival, dos partes que constituyen una sola entrega, si bien se antoja el inicio de una saga que dará que hablar. Adaptando el célebre “manga” de Hayime Isayama, El ataque de los titanes es un espectáculo audiovisual de dimensiones apocalípticas no apto para todo tipo de públicos. Acción y sangre a raudales (sobre todo en la sorprendente primera parte) en una vertiginosa sucesión de planos, algunos de los cuales (verdaderamente impactantes) podrían haber pertenecido a las pinturas negras del célebre creador de Fuendetodos.



The gift (Joel Edgerton). Meditado ejercicio de suspense, elegante y comedido, dirigido por Joel Edgerton, quien de paso se lleva el premio al mejor actor del certamen. Con ciertos parecidos con el Caché de Michael Haneke y el Mienras duermes de Jaume Balagueró, el miedo se inmiscuye poco a poco en el ámbito feliz de una pareja modélica, desestabilizando las apariencias y mostrando la otra cara de la moneda en un constante “in crescendo” que termina con uno de esos inquietantes momentos a los que un festival como el de Sitges nos tiene acostumbrados.




Love (Gaspar Noé). Y he aquí la película que, como esperaba, más me gustó. A Gaspar Noé lo he seguido desde su primer largometraje (dejando al margen sus tan interesantes como radicales cortometrajes, que también he visto), Solo contra todos, observando su transformación en uno de los más controvertidos realizadores europeos de los últimos años en la magistral (y durísima) Irreversible. Con la inédita Enter the void (un virtuoso ejercicio de estilo) Noé nos mostró un rostro mucho más amable, y maravilloso, que ahora consolida con esta historia de amores imposibles en la que, tal que en las películas citadas, la ruptura del orden cronológico de los hechos va configurando una de las atmósferas más conmovedoras de los últimos años. Autorreferencial y no ausente de humor (un rasgo quizás inexistente en las anteriores películas de Noé), Love sabe apartarse del drama convencional sentimental, optando incluso por mostrar relaciones sexuales explícitas, configurando una estética propia, reconocible, que equipara a Noé con esos grandes cineastas (Lynch, Almodóvar, Kubrick, Hitchcock, Bergman, Kiezlowsky…) con universo propio. Desde mi punto de vista, la película tiene uno de los planos secuencia (otro rasgo de estilo de Noé) más bonitos de los últimos años, así como uno de los planos finales más hermosos que he contemplado en mucho tiempo. ¿Se estrenará? Veremos.


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