domingo, 21 de agosto de 2011

CONAN EL BÁRBARO


En 1981 John Milius nos sirvió Conan el bárbaro, excelente adaptación de algunos de los relatos escritos por Robert E. Howard y que protagonizaba uno de los grandes iconos de la fantasía heroica. La película no sólo fue un éxito sino que, a día de hoy, es un clásico que ha resistido maravillosamente el paso del tiempo. Años después, su secuela, Conan el destructor, dirigida por Richard Fleischer, optaba por un tono más infantil que parecía querer emparentar las aventuras cinematográficas del cimmerio con los mágicos universos concebidos por Ray Harrihausen. El resultado, una película menor que su antecesora aunque digna y entretenida.
¡Qué quieren que les diga! Yo he sido siempre fan de Conan. No sólo he leído los relatos de Robert E. Howard sino las creaciones de quienes continuaron su labor: Sprague de Camp, Lin Carter, Robert Jordan, Karl Edward Wagner, Andrew Offutt, Poul Anderson o Steve Perry. Me encanta también la recreación llevada a cabo por el cómic. ¡Qué grandes Frank Frazetta y John Buscema! Y, cuando hace ya tiempo, anunciaron que la nueva versión iba a dirigirla Marcus Nispel me alegre sobremanera, pues es un cineasta que me gusta. Especialista en "remakes", celebro su versión de Viernes 13 y, sobre todo, la genial puesta a punto que hizo de La matanza de Texas. Pathfinder, su segunda película, es también una versión de un título anterior dirigido por Nils Gaup, y podría haber sido una aventura protagonizada por Conan, dado que su estilo visual rememora constantemente los hallazgos estéticos de los antes nombrados maestros Frazetta y Buscema. Al parecer, Marcus Nispel estaba preparando su versión de Alicia en el País de las Maravillas hasta que el pesado de Tim Burton se metió de por medio con sus casas torcidas, sus senderos sinuosos, sus saturaciones de color, claroscuros y, cómo no, su Johnny Depp. ¡Menudo fiasco! Pero, no pasa nada, a cambio, el amigo Nispel pasaba a tomar las riendas del rodaje de la nuva versión de Conan. ¡Snif! ¡Qué desilusión!
Vi ayer mismo la película con mi amigo Óscar, gran fan del cine de género, y ambos nos quedamos estupefactos. Cuando termino este bodrio sin parangón, mi amigo observó que la gente salía corriendo de la sala y yo apunté que eso era lo mejor que podía hacerse.
Vamos a ver. Cuando uno lleva a cabo un "remake" (que, por cierto, por contra a lo que se nos ha vendido, no es tal), debe, con los medios que el avance de la tecnología pone a su alcance, intentar mejorar el original en todos los aspectos. ¿Es mejor la versión de Nispel de La matanza de Texas que la de Hooper? No. Dado que la película de Hooper es un clásico, un título míico que imprime una indeleble huella en la Historia del Cine; pero la película de Nispel está a la altura de las circunstancias por su elaborado guión, su diseño de producción, sus encuadres, el uso que hace del sonido, la espectacular fotografía... Con Conan pasa todo lo contrario. La película de Milius tiene una banda sonora genial mientras que la música de la película de Nispel resulta espantosa, chirriante, sin terminar de casar ni realzar lo que estamos viendo. El diseño de producción de la película de Milius, a pesar de los años que han pasado, es magnífico. Uno se cree que lo que ve pertenece a la Era Hiboria. Sin embargo, la película de Nispel opta por hacer uso de la informática y, ya desde el prólogo (que parece una versión barata del de El Señor de los Anillos de Peter Jackson), uno tiene la sensación de que los gráficos pertenecen a una consola de nueva (o de vieja) generación. El guión es malo, confuso, innecesariamente alargado (y eso que la película no dura tanto como la de Milius), con personajes que aparecen y desaparecen de absurda manera, sin aportar nada. Los actores hacen lo que pueden. El espectador no puede evitar comparar a Jason Momoa con Arnold Schwarzenegger. No creo que Momoa sea una mala elección, de hecho, quizás recuerde más al bárbaro concebido por Buscema que el propio Schwarzeneger, pero claro, mientras que Schwarzenneger estaba arropado por un magnífico guión, una magistral banda sonora, un excelente diseño de producción y una dirección inspirada por los hados, el pobre Momoa es el ojo del huracán del desastre. El único actor que me gustó fue Ron Perlman como Corin, el padre de Conan.
Dicho todo esto, voy a analizar algunos aspetos de la película que me llamaron especialmente la atención:
1) Los guionistas han sido fieles a Robet E. Howard, pues él escribió que Conan nació en un campo de batalla. ¡Pero jamás dijo que su alumbramiento tuviera lugar a través de una "cesárea express"! La cesárea es una intervención quirúrgia delicada. Yo grabé en video la cesárea que le practicaron a mi mujer cuando nació mi hija y puedo asegurar que no puede extraerse un bebé del vientre materno en un par de segundos y sin mirar lo que se está haciendo. Vamos a ver, si yo hubiera dirigido esta película, lo primero que hubiera hecho es decirle al guionista que esa escena no iba a funcionar. ¿Tan difícil resulta imaginar que, en mitad de la batalla, la madre de Conan comienza a dar a luz y, para protegerla, su padre ordena a sus guerreros rodearla? Imagínense la tensión dramática que un buen montador de planos hubiera obtenido de este momento. E imagínense el clímax, con Corin tomando a su hijo tras vencer, como si fuera el mejor de los trofeos. Además, no hay motivo para que la madre muera, por lo que la escena puede ser más sentimental y, cuando, a posteriori, los malvados de turno arrasan la aldea de Conan, no sólo matan al padre, sino que es entonces cuando matan también a la madre (por ende, mayor dramatismo), por lo que la venganza del cimmerio resultaría más intensa.
2) Conan pertenece a la imaginería popular. Es uno de esos personajes a los que, en mayor o menor medida, todo el mundo conoce. John Milius cuidó en demasía (como debe ser) la aparición de Schwarzeneger en su película. La transición entre el joven esclavo y el bárbaro fornido es muy inteligente. El girar de la Rueda del Dolor y la machacona música de Poledouris son símbolos del pasar de los años, sometido aunque vivo, con un solo propósito: vengarse. Milius fragmenta la aparición de la estrella de su película. Primero enseña las piernas, luego su espalda y, finalmente su rostro, que Schwarzenegger levanta poco a poco hacia la cámara mientras la banda sonora intensifica el momento. Impecable. En la versión de Nispel todo se hace a tontas y a locas, con un espantoso fundido en negro inclusive para marcar la transición temporal y, si mal no recuerdo (y eso que la película la vi ayer) una voz en off aclaratoria (insulto a la inteligencia del espectador). Chabacano y televisivo.
3) En la primera película de Conan, éste iba haciendo amigos que enriquecían la trama y que le acompañaban en sus aventuras. Además, se enamoraba de Valeria, con la que hacía el amor en unas escenas rodadas con exquisita sensibilidad. Bueno, aquí aparece una novieta con la que el bárbaro se acuesta. La plasmación del momento es de videoclip. No se realza la importancia o trascendencia de la relación. En la película de Milius, Valeria moría, lo cual era un inesperado golpe de efecto que no sólo enardecía el dramático tono de la película sino que avivaba las justicieras ansias de Conan, ya casi en la parte final de la película. En la versión de Nispel, la tal Tamara no muere y, tras salvarla una y mil veces, Conan la abandona sin causa aparente ni emoción alguna. ¿Muñequita de usar y tirar?
4) Si ustedes se fijan bien, cuando Conan persigue a caballo a uno de los esbirros del malvado hechicero de turno, lleva a Tamara en la grupa. En los planos medios, la actriz desaparece. Abracadabra.
5)Y ahora llega lo más delirante. Conan debe penetrar en una fortaleza inexpugnable para salvar a Tamara y deshacer los planes del malvado hechicero. Nispel intensifica la peligrosidad de la fortaleza mostrando unos planos generales que la equiparan a las Minas Tirith que Peter Jackson visualizara. ¿Por dónde accederá el bárbaro? ¿Qué peligros encontrará en su interior? Pues bien, con ayuda de un ladronzuelo y una ganzúa, se cuelan en el lugar. ¿Dónde están los guardias? Los personajes comienzan a deambular por unos subterráneos que evocan las malas películas de serie b hasta que llegan a una habitación en la que hay (¡por fin!) un tipo vigilando que da la alarma. Aparecen cuatro garramantas y un pulpo que, con sus tentáculos, en vez de atacar a Conan y al ladronzuleo, parece más empeñado en destruir a los enemigos del bárbaro. ¡Y ya está! ¡Ya no hay ni más enemigos ni más peligros en la inexpugnable fortaleza! Tanto para nada y, para más inri, al comienzo de la escena, hemos visto como el mago a preparado a la tal Tamara en la azotea de una elevada torre para hacer el pertinente sacrificio e invocar al dios de las tinieblas de turno. Bueno, pues cuando Conan llega hasta arriba (tras derrotar al pulpo que encuentra abajo), el mago, sus acólitos y Tamara ya están abajo. ¿A qué obedece el cambio de planes? ¿No le gustaba al hechicero el lugar elegido? ¿Para qué tanta complicación? El ladronzuelo advierte a Conan que se dirigen a la Cueva de la Calavera (qué nombre tan original). ¿Cómo lo sabe?
6) El final de la película se desarrolla en la susodicha cueva. No sabemos de qué manera, Conan se inmisuye en la misma disfrazado de sicario del mal. Todo es tan sencillo para el hechicero como invocar a las tinieblas, ya que tiene colocada la máscara mágica que necesita para ello y atada en la mesa de sacrificios a la tal Tamara, a través de la cual retornará la bestia al mundo y comezará una era de osuridad (de nuevo, originalidad al poder). Pero, claro, hay que complicarse la vida, así que, en vez de hacer la invocación, el mago empieza a pelear contra Conan espada en mano. Obviamente, el cimmerio no lo mata de milagro así que, a prisa y corriendo, cambia de planes y se decide a invocar. Pero, claro está, antes tiene que soltar el típico monólogo que sueltan todos los malos de película antes de morir (mira que habla esta gente) y, obviamente, ante tanto despropósito e indecisión, el pobre hechicero no llega jamás a llevar a cabo el conjuro y es arrojado por Conan a las llamas del infierno.
7) ¿Por qué el hechicero, antes de llevar a cabo el conjuro, amenaza a sus acólitos? "¡Desesperaos!", les dice, "una era de oscuridad va a comenzar". Yo entiendo que hay que premiar a quien te ayuda a tomar el poder. Tamañas amenazas pueden llevar a la revuelta, pues son síntoma de traición y de falta de agradecimiento.
8) ¿Por qué los malos de esta película van siempre a cuestas con un barco con el que jamás navegan?
9) ¿Y la escena de la catapulta? Ver para creer.
En fin, se podrían seguir señalando multitud de fallos y despropósitos. No sé si harán una secuela de este desastre, pero esperemos que, de ser así, se la tomen más en serio.
Me apetece concluir invitándoles a ver de nuevo el gran clásico de John Milius e instándoles a que, si todavía no la han visto, descubran Pathfinder e imaginen que ésa y no ésta es en realidad el Conan de Marcus Nispel, director en el que, a pesar de lo dicho aquí, sigo confiando, pues tengo la sensación de que, durante el rodaje de esta película, no le han debido de dar demasiada libertad. Una mala película la tiene cualquiera.